lunes, 26 de marzo de 2012

Las viejas tamaleras

Bonitaperocabrona nos introduce en la deliciosa preparación de los tamales, pero más aun, con las delicadas manos de una buena tamalera.

Esta es literalmente una historia de viejas tamaleras ** (aunque debemos reconocer que las susodichas señoras no eran, al momento de los hechos, precisamente viejas, aunque tampoco podemos decir que fueran muchachillas ya que ambas rondaban los cuarenta y tantos años de edad).

Susana va saliendo de la universidad, tiene tanta hambre que se siente capaz de comerse a un elefante por lo que se dirige, sin mayor contratiempo, al puesto de tamales de Doña María.

-Hola, buenas tardes doña, deme uno verde para empezar que vengo más que desfallecida.

-Enseguida mi niña- una vez entregado el pedido a otros estudiantes la buena señora le extiende un plato con el tamal solicitado al tiempo que le otorga una gran sonrisa- Hace varios días que no venías por aquí ¿Dónde te habías metido?

-Entre las clases, la tarea y los trámites para realizar mi servicio social no había tenido tiempo, pero ya ve, ya me tiene de regreso- Respondió la muchacha entre bocado y bocado. Otros estudiantes que ahí estaban comenzaron a retirarse dejando libre una silla que Susana inmediatamente ocupó. Terminó de comer lo que le habían servido- Deme ahora uno de mole por favor, éste verde le quedó tan bueno que me hizo recordar a Doña Juana.

-¿Quién es esa Doña Juana, Susi?- Preguntó la expendedora de tamales verdaderamente interesada.

-Doña Juana, es la tamalera de mi colonia, no sabe usted las delicias que sabe hacer, tiene unas manos de Diosa, nomás recordarla me hace suspirar.

-Suspirar ¿eh?- Replicó María con suspicacia- hablas de ella como si fuera tu novia ¿Acaso eres lesbiana?

-Jajajajaja ¿Para qué ponerle nombre a todo? ¿Para qué etiquetar a las personas?- Apuntó la chica en lo que se chupaba los dedos con verdadero placer.

-¿Lo eres?- Repitió la mujer con un cierto brillo en la mirada.

-Técnicamente no, no lo soy, ni ella es mi novia, aunque a últimas fechas nos hemos hecho… amigas, amigas íntimas. Ella hace además de éstos tamales unos de chipilín con puerco que ufff, me vuelve adicta a ellos, es verdaderamente genial elaborándolos, es bastante sensual verla trabajar. ¿Tiene atole de arroz para tomar aún? Estoy que me atoro y deme el último verde, por favor. Tengo que comenzar a cuidarme que me voy a poner más gorda que una vaca.

-¡Ay chiquilla! Con ése cuerpazo que te cargas y tanta actividad que desarrollas ni para qué angustiarse, aún estás muy joven para preocuparte por unos kilitos. Problemas los míos, que si me descuido un poquitín ya no hay modo de bajar. Cuéntame de esos tamales de Doña Juana, niña que me has picado la curiosidad- Mientras le entregaba tanto el atole como el tamal solicitado.

-Pues mire, éste fin de semana la veo y le vengo a contar. Le voy a pedir que me haga unos y los prepare frente a mí, así yo podré explicarle detenidamente cómo se elaboran. Hágame un favor, Doña Mary, póngame éste último para llevar, que había olvidado que tengo que alcanzar a unas amigas para ponernos de acuerdo en nuestra próxima reunión.

Doña María, la tamalera de la universidad, metió un tamal nuevo en una bolsa de plástico y el que la chica le devolvió tras comerse un pequeño pedazo lo dejó a un lado de la caja donde guardaba el dinero de lo vendido en el día. Una vez saldada la cuenta de lo consumido, le entregó la bolsita y se despidieron agitando suavemente sus manos.

La chica se retiró con la atenta mirada de María sobre su delicada humanidad. Al terminar la jornada, ésta última, levantó sus implementos de vendimia y regresó a casa con la sensación de que algo estaba cambiando en ella.

El resto de la semana Susana no se acercó por su puesto de tamales, aunque sí la vio de lejos y en cada ocasión se saludaron con una gran sonrisa y un leve movimiento de cabeza. María deseaba que ya fuera lunes.

Por su parte, la joven universitaria, si bien tenía muchas cosas que hacer, no dejaba de recordar que tenía el compromiso de encontrarse con Doña Juana, la tamalera de su colonia, para pedirle la receta de los tamales de chipilín con puerco. Sabía que ésa sería una petición que conllevaba algo más que el simple aprendizaje de hacer tamales.

Al llegar el sábado, día que había previsto para su encuentro con Juana, se levantó temprano para ejecutar con prontitud tanto las labores hogareñas que dejaba para ése día como sus quehaceres escolares. Se dio una ducha refrescante a eso de las 4 de la tarde, se vistió con coquetería y salió advirtiéndole a su madre que iría a encargar unos tamales que sus compañeros de la universidad le habían solicitado y que pretendía aprender a elaborarlos si Doña Juana así se lo permitía. La buena señora ignorante de las verdaderas intenciones de su núbil hija, le pidió unos para sí con mucha salsa de tomate.

En el trayecto Susana iba un tanto nerviosa, pues para que sus intenciones se hicieran realidad, requería que la citada tamalera estuviera sola en su casa. No dejaba de pensar, asimismo en la mirada brillante de Doña María, la tamalera de la universidad ¿estará en lo cierto?¿Esa mirada la produjo lo que ella misma implicó con relación a Doña Juana? Solo había una manera de averiguarlo y ésa sería definida tras su entrevista con la tamalera de su colonia.

Al llegar a su destino, tocó a la puerta al tiempo que a voces mas bien gritos, llamó -¡Hoolaaaaa! ¡Dooñña Juaaanaaaaa! ¡Soooyyy yyyooo, Suuusssiiii!- Tras unos minutos y gritos insistentes de la muchacha, se asomó por la ventanilla de la puerta la susodicha con una sonrisa adornando su atractivo pero cansado rostro.

-Hola Susi, te escuché desde el primer grito, pero estaba ocupada subiendo la olla de tamales al fogón, pero ¡vaya que eres desesperada mi niña! No podía gritarte y sostener la olla al mismo tiempo. ¿A qué debo el honor de tu visita?-

-Pues vine a dos cosas o mejor dicho, tres- Comenzó la chica ampliando su sonrisa y colocando una mano muy cerca de la de Juana en el marco de a ventanilla de la puerta que continuaba cerrada separándolas –Primero que nada, vine a saludarla, ya la extrañaba, Doña Juanita, segundo a hacerle un pedido de tamales especiales para mis compañeros de la universidad y para mi mami y por último a rogarle que me enseñe a hacer esos deliciosos tamales de chipilín con puerco.

-A ver, espera, deja te abro y me cuentas mas detenidamente lo que deseas- Juana procedió a franquearle la entrada a la muchacha que supo que estaba por buen camino. Una vez dentro de la morada de la mujer, Susana le repitió lo que le había dicho momentos antes.

-Bueno, la primera parte está hecha, nos hemos saludado y visto. Ahora ¿Cuántos tamales necesitas, para cuándo y de qué los quieres?- la mujer recorría con la mirada a la jovencita, que no perdía ése aire coqueto con que siempre se mostraba frente a ella.

-Necesito 50 tamales, para el miércoles en la noche. Yo vendría por ellos, es el cumpleaños de un compañero y a mí me tocó llevar los tamales. Les dije que llevaría los mejores tamales de la ciudad, ellos preguntaron si se los compraría a Doña Mary, la tamalera de la Universidad, pero les dije que no, que conozco a alguien que la supera y por supuesto ellos quieren comprobar lo que digo.

-Muy bien, mi niña, dalo por cumplido. Voy a esmerarme en hacer los mejores tamales de chipilín con puerco que haya hecho en toda mi vida. Ahora… ¿Qué es eso de que quieres que te enseñe a hacer tamales? ¿Hablas en serio? Tú eres universitaria, joven, bonita y con un futuro muy amplio. ¿Para qué quiere una muchachita como tú saber hacer tamales?

-Doña Juana, hacer tamales como los que usted hace, no cualquiera. Quiero aprender a hacerlos porque reconozco que es un arte, es una cuestión de querer aprender algo de una de las mujeres que mas me importan en la vida- Susana, esperó expectante la reacción de su vecina. La cual dejó ver claramente que las palabras de la chica le estaban produciendo una suerte de orgullo y halago que le dieron a su rostro un matiz rubicundo. –Además, aún recuerdo la fuerza y suavidad de sus manos… - La mujer frente a ella se removió en su sillón y bajó la mirada evidentemente nerviosa.

-De acuerdo, Susi ¿cuándo quieres que comencemos?

-¿Puede ser ahora mismo?- la muchacha se escuchaba ansiosa

-No, hoy no me es posible, tengo que ir a la casa de mi hermana mas tarde, por eso es que he puesto a cocer los tamales que he de vender mañana, antes. También debo ir a comprar los ingredientes, en casa no tengo chipilín- Respondió la amable mujer ahogando un suspiro e intentando que no se reflejara su desolación ni en su voz ni en su aspecto. –Pero te espero mañana domingo a las dos de la tarde, voy a estar sola y estaré esperándote para enseñarte todo lo que desees que te enseñe. No me vayas a dejar plantada porque jamás volveré a ceder ante ti ¿De acuerdo?- Completó con un aire de maestra regañona.

Susana para nada intentó esconder una sonrisa de satisfacción que inundó todo su ser, no solamente su boca. Estaba consciente de que Juana quería prepararse adecuadamente para atenderla en todo lo que le reclamara al día siguiente. La expectativa hace saborear mucho mas la consecución del objetivo perseguido. –Dígame, Doña Juanita, ¿quiere que me quede a hacerle compañía o mejor nos vemos mañana?

-Mejor veámonos mañana, Susi, así me dejas terminar y adelantar todas las salsas que voy a ocupar, para que luego no andemos a las carreras. Igual en lo que espero se cosan los tamales voy a ver un poco la televisión que hoy pasarán una película vieja que me gusta mucho. Mañana te lo voy a dedicar completito- Concluyó la frase con una sonrisa tan pícara, que Susana no pudo menos que confirmar que la mujer frente a ella estaba más que dispuesta a ceder a todas sus pretensiones.

Se despidieron con un beso ligero en la comisura de los labios, un abrazo que mas pareció una caricia y unas sonrisas traviesas. Susana, al salir de ahí, llamó a unos amigos y se fue feliz al cine con ellos, joven como era, no había de desperdiciar una tarde libre ¿no?

De regreso en su casa –Hija, ¿dónde están los tamales que te encargué?- Preguntó su madre burlona al verla llegar tarde y con las manos vacías.

-Doña Juanita apenas estaba haciendo unos y me dijo que la clase será para mañana, tooooodo el día. Aprovechará a que le ayude a sacar unos pedidos que debe entregar, así es que mañana estaré con ella haciendo tamales ¿Te crees que la muy cabrona no me quería enseñar, dizque porque soy universitaria? Que las universitarias no deben hacer tamales. Me choca que me trate como inútil, mamá- Dijo la chiquilla con fingido enojo

-Hay que entenderla, recuerda que ella no tuvo oportunidad de estudiar ni de tener novios, prácticamente ella ha tenido que esclavizarse a la venta de tamales desde niña y no es precisamente porque así lo eligiera. Juana, hija, es una mujer muy inteligente, atractiva y con gran potencial, pero ya ves, no siempre se puede salir de lo que a cada quien le toca. Además por lo que se ve, ella te aprecia, te quiere. Desea que tú seas lo que ella no ha podido ser, por eso es que te lo dice. Así es que deja de renegar y date de santos que aceptó enseñarte- madre e hija se enfrascaron en una amena conversación en torno al estilo de vida de muchos de sus vecinos hasta que consideró la madre era hora de irse a dormir, no sin extrañarse de que su pequeña no hubiera pedido permiso para irse de parranda como acostumbraba los sábados para despertar tarde los domingos. Sin embargo tampoco era como para hacer comentarios al respecto ¿Qué tal y a la chamaca se le ocurría buscar jaleo nocturno y se largara? Mejor ni tocar el tema. Se despidieron como cada noche deseándose mutuamente un plácido descanso y se retiraron cada quién a su habitación.

Susana quedó como hija única de un matrimonio que engendró tres hijos en total. El padre y sus dos hermanos (ambos varones, uno mayor y otro menor que ella), murieron con él en un accidente automovilístico ocasionado al caer en un vado una noche lluviosa en la que habían salido de la ciudad para participar en un evento deportivo. La madre, ahora viuda, no había querido volver a intentar tener una nueva relación sentimental porque consideraba que su hija debía primero independizarse. Ambas recibieron como herencia el pago de los seguros de vida de los tres varones de la casa. Ahora, mientras Susana se dedicaba a estudiar leyes en la universidad, la madre se dedicaba al comercio de prendas de vestir en un local de su propiedad.

Ya en su habitación, Susana no dejaba de pensar en las viejas tamaleras como les llamaban coloquialmente sus amigos de la universidad y de su colonia, tanto a Juana como a María. Un par de sendas mujeres cuarentonas y de buen ver que hacían delicias con las manos en la masa. Susana se había vuelto adicta al tamal, primero con Juana a la que conocía desde niña y después con María a la que conoció justo el primer día que llegó a la universidad buscando alcanzar una ficha para presentar el examen de admisión días después. María, conocedora de las aspiraciones y sueños de cada uno de los jovencitos que pasaban por su puesto, se apiadó de ella y le explicó con suma paciencia cuáles eran los trámites que debía ejecutar y los horarios para hacerlo. Ella, mucho más segura y animosa, hizo todo como se lo señaló la mujer y más rápido que pronto ya tenía la ficha que la hacía elegible para entrar en esa universidad.

Susana se debatía entre la imagen de cada una de las mujeres sin definir cuál de las dos era la mejor para ella, en lo que fuera. La mejor tamalera, la más bonita, la más jovial, la mas inteligente, la mas algo, lo que fuera, solamente que una superara a la otra, y eso, en su mente, no era posible. Ambas eran igualmente importantes para ella. Ambas eran pues, maestras en el arte de hacer tamales.

Al llegar el nuevo día, dominguito alegre la chica se despertó un tanto arrepentida de haber aceptado el compromiso de ir a la casa de Juana. Por un lado el día apuntaba radiante, como para salir de paseo con sus amigos, por otro lado, estaba comenzando a sentir ansiedad por lo que pudiera ocurrir. Cierto es que ella fue quien propició el encuentro, pero eso fue ayer. Con todo y sus dudas se levantó y salió a buscar a su madre, con la secreta esperanza de que ésta tuviera la necesidad de su compañía para algo y así poder excusarse ante Juana de su incumplimiento.

La madre de Susana estaba animadamente hablando por teléfono y pactando salir a comer con una de sus vecinas y amigas consciente de que su hija estaría ocupada toda la tarde fuera de casa. Una cosa es no querer liarse en una nueva relación sentimental y otra muy distinta recluirse en su casa como viuda mojigata.

En cuanto hicieron contacto visual, la madre tapando la bocina le dijo: -En la cocina te dejé algo ligero para desayunar, cariño. Limpias tu habitación, preparas tus cosas para la semana en la universidad y te arreglas para ir con Doña Juanita. Sabes perfecto que detesta la impuntualidad y si te dijo a las dos, te espera a las dos. Seguro la pobre mujer ya anduvo corriendo desde temprano entre su venta y la compra de los ingredientes para enseñarte como para que la vayas a dejar plantada- Acto seguido continuó con su charla telefónica dejando a Susana con la palabra en la boca y toda perpleja porque su madre había adivinado sus dudas sin siquiera permitirle exponerlas. La muchacha giró sobre sus talones y se dirigió con andar cansino a la cocina para romper su ayuno.

Cerca de la una de la tarde, la señora pasó a la habitación de su hija para despedirse de ésta e informarle que ella misma tardaría en regresar, haciéndole una breve reseña de lo que había planeado hacer con su amiga y vecina ésa plácida tarde de domingo soleado. Se despidieron e inmediatamente la señora abandonó la habitación y el hogar.

Susana por su parte concluyó su arreglo y tras auto-aprobarse en el espejo de cuerpo entero que tenía fijo en la puerta del baño de su habitación, procedió a hacer lo propio y se encaminó a la casa de la tamalera. Iba nerviosa, con las consabidas maripositas revoloteando en su estómago, tratando de calmarse. Diciéndose una y otra vez que el día anterior había visto a Juana y no se había sentido así, nerviosa, ansiosa, excitada. Sí, tenía que admitir que el día anterior la vió, pero no estaba segura de la respuesta de la señora, el día anterior llevaba la confianza del cazador que sabe acechará a su víctima y la acorralará para poderla obtener. Hoy sabía que la mujer estaba igualmente dispuesta, que quien llevaría la voz cantante sería la maestra, la mayor, la conocedora, la experta, la tamalera.

Por su parte Juana despertó temprano, se dio un regaderazo con agua fría, se vistió de manera adusta, tomó sus implementos de trabajo y con todo aquello sobre su antiguo cochecito partió con rumbo a la iglesia más cercana. Los fieles comenzaron a llegar con hambre y sueño, lo que le permitió vender la mayoría de sus productos relativamente temprano. Lo que más le gustaba de los domingos era justamente eso. Sus tamales se vendían bien. Antes de comenzar la misa de doce, ella estaba sirviendo el último tamal del día y le quedaba el resto de la tarde para hacer lo que le viniera en gana. Vendía tamales de lunes a jueves por la noche a la salida de un centro comercial, lo que le permitía preparar su mercancía en la mañana del mismo día. Pero hoy sería un día especial. Susana le había cambiado los planes.

Susana, Susana… Esa chiquilla loca que era capaz de engullir tamales como lo hacían algunos de sus mas voraces clientes, que pasaban casi todo el día en ayunas por sus largas y pesadas jornadas laborales. Aquella que se había convertido ante su soñadora mirada en una jovencita hermosa, plena, llena de vida, de sueños y de oportunidades.

Sus ojos se anegaron fugazmente ante el recuerdo de aquél desafortunado día en que la tuvo entre sus brazos por primera y única vez, cuando su padre y hermanos fallecieron y ella, como tamalera profesional, fue la encargada de elaborar los tamales que se sirvieron tanto el día del sepelio como en los nueve días posteriores, en los que se rezaron las novenas por el descanso de sus almas. Susana, su niña, estaba deshecha. Uno de los días de rezos, Susana se abalanzó sobre ella y tras un fuerte abrazo en el que el llanto la cimbró, se abandonó perdiéndose en la inconsciencia del desmayo. En su desespero por reanimarla, la cargó, la llevó a su habitación y comenzó a frotarle el cuello y el pecho con alcohol. La chica apenas reaccionó y volvió a llorar con tal sentimiento que a Juana se le rompía el corazón verla. La madre entró a la habitación alertada por lo ocurrido y le pidió encarecidamente a la mujer que se encerraran ahí, que la cuidara y que bajo ninguna circunstancia la dejara sola. Juana, terriblemente angustiada, cerró la puerta con seguro y se acercó a abrazar de nuevo a la sollozante muchacha.

Susana se sentía sola, perdida, abandonada por la vida, por su padre y sus hermanos, por su madre incluso. Se aferró a una Juana, que se limitó a abrazarla, acariciarle el cabello y dedicarle palabras tiernas, amorosas, de consuelo. A medida que los espasmos de la joven se iban haciendo espaciados, la mujer aflojaba el abrazo incrementando las caricias –Frótame de nuevo el cuerpo y la espalda con alcohol, Juana, siento que me ahogo- pidió con una voz apenas audible. La mujer mayor procedió a ponerse alcohol en las manos, frotarlas entre sí y esparcirlo por la frente de la chica. La recostó en la cama y procedió a ponerle el frío líquido en los brazos y manos. Susana se desabrochó parte de la camisa que traía puesta y Juana aplicó el producto en la zona recién descubierta. Entonces le ayudó a ponerse boca abajo, le subió la blusa y vertió el alcohol en la piel de la joven haciéndole respingar, lo untó completamente provocando que la camisa se le mojara un poco. Fue justo ahí en que ambas rompieron la tensión del momento. Susana se incorporó para terminar de quitarse la camisa y el sujetador y volvió a dejarse caer boca abajo con la carita hacia una Juana que no sabía qué hacer –Continúa- le dijo y cerró los ojos. La mujer comenzó no solamente a frotarle alcohol en la espalda sino a darle un masaje completo. Sus manos fuertes y suaves, recorrieron la joven piel. La chica dejó escapar algunos suspiros apenas perceptibles, pero Juana no abandonó la tarea, al contrario, puso su mayor empeño e imaginándose que el cuerpo de Susana era masa para hacer tamales, comenzó a amasarla a ojos cerrados. Presa del placer que aquellas manos le estaban propinando y totalmente olvidada de su pena, la chica se giró con agilidad provocando que las manos de la vecina amasaran sus firmes senos. Juana se paralizó de inmediato y sin separar sus manos del cuerpo de la chica, abrió los ojos y se encontró con la mirada ansiosa de Susana, ésta le sonrió y la mujer comprendió que la muchacha le estaba rogando, sin hablar, que continuara. Así justamente lo hizo. Con mucha mayor parsimonia y delicadeza, Juana continuó sobando los deliciosos senos de la chiquilla. Se deleitó en su firmeza y redondez, pellizcó con sumo cuidado sus tiernos y pequeñitos pezones a fin de proporcionarle placer, no dolor. Con la anuencia y dirección oportuna de la chica, Juana recorrió todo el juvenil cuerpo sin que hubiera un solo centímetro sin tocar, sin acariciar, sin amasar. Juana, la tamalera de su colonia, estaba prodigándole las caricias más sublimes a las que una mujer puede aspirar. Con semejantes caricias y abandonadas al placer que esto les estaba provocando, ambas terminaron de despojarse de sus ropas para hacerse el amor con soltura. Juana se colocó encima de la chiquilla y frotando su sexo con el de su compañera consiguió compartir con ella un orgasmo intenso, fuerte, sublime, tranquilizador. Susana una vez repuesta se abrazó al vigoroso cuerpo de su vecina y procedió a besarla, a comerse los prominentes senos de la mujer que ahogaba sus gemidos en la cabeza de la joven. Después de un rato de intercambiar caricias y roces sutiles Susana se quedó dormida en los brazos de su amante. Juana con sumo cuidado se separó de ella, se vistió, la arropó y salió de la habitación asegurándose de que el seguro quedara activado para que nadie pudiera entrar sino hasta que la propia Susana abriera la puerta.

No hablaron nunca de lo ocurrido, no hicieron nunca más referencia al hecho. No era necesario, para ambas, aquello fue producto de un evento desgarrador, del infortunio. Un error.

Una vez en casa, Juana acomodó todos los ingredientes en su lugar, no había tiempo para ponerse moños, su aprendiz estaba por llegar. A las dos en punto el timbre de su puerta sonó. La mujer procedió a abrir sin asomarse como normalmente hacía, ésta vez, sabía quién estaba del otro lado de la puerta. Sin hablar Susana penetró en el recinto y cerró la puerta tras de sí. Juana se había encaminado a la cocina.

-Hola, te ves un poco cansada, Juana- Saludó la recién llegada.

-Ha sido un día agitado para mí, la semana en general estuvo bastante movida, hoy pretendía descansar- Respondió la dueña de la casa, recorriéndola con la mirada- Sin embargo he de enseñarte para que a tu vez instruyas a alguien más- concluyó con un atisbo de celos en la voz.

-Si quieres lo dejamos así, tampoco es obligatorio ¿eh?- en la réplica, la anfitriona pudo percibir desencanto.

-No, Susi, solo lo dije porque preguntaste- Acto seguido se acercó a ella, la abrazó y acercó sus labios dejándolos al alcance de la chica, para que fuera ésta la que diera el primer paso. Y así ocurrió, el beso fluyó solo. Se besaron sin prisas, sin urgencias, con ternura diría yo. Juana hurgó entre sus ropas, extrajo un papel doblado y se lo entregó –Es la receta de los tamales. Anoche me dormí tarde preparándote los de tu madre. Dime ¿quieres la práctica de los tamales o hacemos otra cosa?- La sonrisa de la alumna se amplió y a modo de respuesta volvió a besarla. Huelga decir que el resto de la tarde hicieron el amor con la plena conciencia de que era eso lo que habían estado desde el funesto accidente.

Al día siguiente, ya en la universidad, Susana le entregó el dichoso papelito que contenía la receta a Doña María y continuó su camino a recibir clases. Al término de éstas se dirigió de nuevo al puesto de tamales para explicar dónde adquirir los ingredientes. María la recibió con una mirada diferente, brillante, pícara, coqueta. Esperó pacientemente a que los chicos que tenía ahí terminaran de comer y comenzó a decirles a los demás que ya no tenía tamales. Una vez que se quedaron solas, María le hizo una seña para que se acercara a ella y pudiera escucharle lo que estaba por decirle en un susurro -¿Cuándo puedes ir conmigo a casa para practicar la elaboración de éste tamal?- Mientras agitaba el papelito doblado

-¿Me dejas verlo?- Preguntó a su vez la chica con un volumen también bajo. La mujer le entregó el papel y esperó ansiosa que aquella terminara de leer.

Una vez expuesta la receta del tamal multicitado, Juana había escrito “Si no terminas de conquistarla por el estómago, hazle un masaje como se ha explicado con la masa del tamal y estará a punto para ser condimentada a tu gusto y devorada inmediatamente, no puede ser mía en exclusiva porque ella tiene demasiado potencial y energía, pero entre ambas, podemos fortalecer su espíritu y su cuerpo. Que la receta te quede exquisita, que la materia prima lo es. Un saludo. Juana”

A partir de entonces, María y Juana, sin conocerse, complementaron sus vidas compartiendo las delicias de alimentar y degustar el cuerpo de una feliz Susana que no solamente se hizo de una amante, sino de dos.

Bonitaperocabrona


** El tamal y sus orígenes

El tamal (del náhuatl tamalli, que significa envuelto) es un nombre genérico dado a varios platos americanos de origen indígena preparado generalmente con masa de maiz cocida envuelta en hojas de la mazorca o de la misma planta de maiz, plátano, bijao, maguey, aguacate o incluso papel aluminio o plástico. Pueden llevar o no relleno, el cual puede contener carne, vegetales, chile, frutas, salsa, etc. Además pueden ser con sabor dulce o salado.

Origen

El origen del tamal ha sido disputado por varios países de América, no se ha obtenido pruebas suficiente para atribuirlos a algúna cultura o país en particular. Diversas variedades de tamales han sido desarrolladas en casi todos los países del continente americano, especialmente en México, Perú, Argentina, Chile, Bolivia, los países de Centroamérica, y otros países de América donde el maíz tiene preponderancia en la dieta.

Debe notarse que el origen del maíz fue probablemente en la región central de México, desde donde se diseminó por el resto de América.


Existe evidencia que las culturas predominantes en México que llevaron al maíz a otras culturas y regiones también llevaron consigo platillos y formas de cocinar el maíz. Siendo el tamal un método sencillo de cocción del maíz, es posible pensar que fue inventado en la región origen del maíz, es decir México, y de ahí llevado a otras culturas y regiones. Sin embargo, el intercambio cultural también pudo haber traído al tamal de otra región a México.


Además, aunque México poseen mayor variedad de tamales que ningún otro país o región, esto no es indicio de la antigüedad del tamal, pues México también posee la mayor diversidad cultural, y cada cultura desarrolló su variante del maíz.


Los tamales son descritos en México por fray Bernardino de Sahagún en Historia General de las cosas de Nueva España a principios del siglo XVI.

Comían también tamales de muchas maneras; unos de ellos son blancos y a manera de pella, hechos no del todo redondos ni bien cuadrados...Otros tamales comían que son colorados...

Fray Bernardino de Sahagún


jueves, 22 de marzo de 2012

Una canción en 100 años

Aleyxen Serenity relata un amor que se presume verdadero y un castigo que durará 100 años. Falta ver si de verdad podrán soportarlo.

¿El amor eterno de verdad existe? ¿Hasta donde es bueno llegar por amor?

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“Pueden pasar cien años y nunca me cansare de buscarte, porque mi amor es sincero y va más allá de cualquier otra cosa. Por eso mi vida la puedo pasar entre poemas y canciones, dedicándote mi existencia a cada segundo de ser necesario:

Te dibujo con la mirada, te busco con mi vida; entre letras y silencios, entre palabras no dichas y afonías no encontradas. Inquiero en una línea para dibujar tu sonrisa… Una circunferencia para sembrar tu abrazo y un corazón para esparcir tu armonía

Sé que existes, siento en mi alma que tú aun vives, aunque sea en otra galaxia, aunque sea en otro universo. Te amo y no se donde estas. Ha pasado el tiempo y he coexistido contigo ¡A cada segundo he muerto y rencarnado solo para mirarte! Solo para encontrarte

Aunque hoy no sepa como eres, no obstante mi vida se vaya ¡No me importa! Algún día te encontrare de nuevo. Viviré por ti y para ti. Aunque hoy no te conozco y no sepa donde estas. La esperanza nunca sucumbe y algún día volveré a estar contigo. Lo se, lo anhelo y luchare por ello

Tengo el presentimiento que algún día volveré a verte; Eso es lo que mi corazón grita, ante la tristeza y la soledad de tu ausencia. Ni hoy ni en esta vida me resignare… porque tu naciste para mi, desde el principio de los tiempos y yo nací para estar eternamente contigo mas allá del fin”

Sueño con esta oración a cada día, taladra y quema mi corazón, pero a la vez que me hace sentir un dulce sopor. Casi siempre la escucho en mis sueños, es como una cadencia de alguien que esta triste, de alguien que grita y llora por el amor que no esta, de alguien que no es feliz… De alguien que me inquieta pero que a la vez soy yo

Esta incertidumbre comenzó desde que yo era muy niña, sin saber el porqué de mi tristeza: Me dijeron que mi destino estaba escrito: Una vida difícil con un gran amor fuerte, y tal vez turbulento…

En un oráculo la hechicera Thelma, “una amiga de la familia”; Me dijo que en mi destino estaba un gran y sincero amor, difícil tal vez, por los castigos celestiales a los que nos hemos enfrentado... ¿Castigos yo? ¡Tan pequeña! ¿Y quien más debió ser castigado?

No entendía nada de sus palabras, yo aun era muy niña y no recuerdo nada que hubiera hecho para molestarlos tanto. Me miró de una manera tan comprensiva y tan tierna. Se sentó frente a mí y con una calma que nunca olvidare, me habló de un gran y maravilloso amor ¡Tú!:

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En mi otra vida te conocí, en mi otra vida te encontré, te disfrute, te viví ¡Te ame!

Vivimos un amor extraordinario, una relación que al paso de los años cada vez nos parecía más maravillosa, pero desafortunadamente por nuestra imprudencia, triste veo, que bajo la influencia del amor cometimos muchos errores:

¡Todo eso sucedió hace más de cien años! Por el hecho de que tú asesinaras a uno de los comandantes del planeta ¡Y todo por defenderme! Te aprehendieron y llevaron a la mazmorra más oscura y helada del planeta Plutón.

A nadie le importó todo lo que hiciste, aunque fuera por defenderme, él quiso injuriarme de la peor manera, pero… nadie pensó en eso, Asesinar era mucho peor; En ese helado planeta esperarían que tu corazón se congelara, para que tú dejaras de sentir, para que tu vida se alargara y para que por amor nunca más volvieras a matar, y… tu condena durara por varios siglos

Sin embargo yo pude vivir mi ciclo completo de vida, perecí por la vejes. Simplemente toda mi existencia se resumió en tristeza, soledad y el mas oscuro abandono; Aunque tuve mas parejas, mas amantes; muchos ardientes, otros llenos de gran pasión y algunos tiernos. Nunca nadie llenó ese vacío que tú me dejaste, nunca nadie pudo sustituir con su pasión el gran amor que tú dejabas con tus caricias. Así de triste y venturosa fue mi pasada vida: “Sola, fría y marchita”

Se por lo que me dijo Thelma, que lloré tu ausencia con lagrimas bañadas en el dolor mas amargo. Después vino mi muerte y mis ojos se cerraron, pude haber vuelto a nacer, de igual manera tener una vida holgada y tranquila. Sin mayores preocupaciones que nacer, crecer y morir, pero sin tener el amor porque estaba más que segura que a nadie amaría como a ti.

Aunque estaba desencarnada y podía volar libremente, recordaba tu amor, nunca te olvidaba, preferí vagar como un espíritu y convertirme en el viento del aire de primavera. Así podría tener la esperanza de al menos acercarme y tocar tu piel; volar por tus cabellos y a la vez besar tu bello rostro, pintado en tu piel con geranios… Allá escondido en la prisión del planeta mas helado de la galaxia.

Y así lo hice, me convertí en el viento de la primavera, capaz de viajar y volar por los horizontes en el universo, no tardé en llegar a tan frio y solitario planeta. Ya estaba por verte, por encontrarte. Pero la desdicha me recorrió una y otra vez: El gobernante de mi planeta supo de la fuerza de mi voluntad y de mis intenciones. Coexistió en él tanto su orgullo e impotencia por encontrarte, que no me lo perdonó y para evitar que nos viéramos te mandó matar y tu cuerpo fue cremado.

Alguien mas, alguien que aun no consigo saber quien es, oró a los Dioses. Su plegaria fue escuchada y para obligarnos a cumplir la condena, nuestros espíritus fueron condenados a no verse en cien años; la divinidad que gobierna la rencarnación te mandó nacer en el planeta llamado Tierra y yo nacería en nuestro viejo astro llamado Marte

Esta decisión destrozó mi corazón Así que pedí yo la oportunidad de rencarnar en humana para poder estar contigo en la tierra y poderte amar de una y otra manera; Les lloré y les supliqué, casi me hinqué para que me consintieran acompañarte en el mismo planeta. Fue un gran alivio que se compadecieran ante mi humillación y me permitieran nacer en el mismo mundo que tú.

Esta decisión no me hizo tan feliz como yo hubiera querido, pero al menos podría estar de alguna manera cerca de ti, en el mismo planeta y con la esperanza de en algún momento encontrarme contigo y amarte al menos de lejos

La reina del viento se enterneció por todo lo que yo hice por ti, a pesar de mi nueva rencarnación siguió en contacto conmigo y de vez en cuando en mí nueva vida me permitiría jugar y platicar con sus hijos “Los Anemoi y los Venti”

Así nacimos los dos, un año tú antes que yo. Así crecimos: Nuestros cuerpos humanos vivieron su adolescencia como dos chicos en busca de la felicidad y tratando de encontrar algún alivio para su creciente dolor. No entendimos bien lo que nos pasa, pero de alguna manera debíamos buscar la manera de sanar nuestro dolorido corazón

Ahora tú tienes la edad de 20 años terrestres y yo 19. Sé que tu eres un joven universitario, estudioso, pero introvertido. ¿Cómo es que se todo esto? Ni siquiera estoy segura de ello… Simplemente a veces creo percibir en mi imaginación todo lo que te pasa, es como si algo me llegara desde adentro y me platicara de ti:

Te gusta recrearte con libros de filosofía y mística, tratando de encontrar alguna información a tus continuos sueños de amor y desamor. Desconoces que es lo que te quieren decir, pero gran relevancia tienen contigo. son ilusiones donde te ves buscando a tu verdadero amor, te ilusiona la idea de que de verdad existo, pero no puedes encontrarme ni mucho menos descubrir la clave de tu afecto y felicidad, necesitas descubrir en tus estudios algo certero y encontrar la respuesta al tormento de tus estudios…

No puedes recordar la totalidad de lo que nos pasó, pues tantos años de encierro, los castigos a los que fuiste sometido y tu nueva vida en la tierra ha borrado parte de tu memoria. Tengo la gran dicha de que yo si puedo recordar mucho de lo que nos pasó. Y en las noches del verano mis lágrimas vuelan hasta el cielo para caer en forma de lluvia, tú sin saber exactamente porque te sientes nostálgico con cada fenómeno meteorológico que pasa. Sientes en la tranquilidad de la noche que te llegan arrullos en forma de melodías del amor… A veces cuando hay una tormenta crees ver en los rasgos del cielo mi rostro con la llamarada de cada relámpago

¿Quién soy yo? No lo sabes ¿Quién eres tú? Yo no lo se. Ni tú comprendes el porqué de tanto dolor, Ni yo alcanzo a percibir la verdad de todo lo que nos pasa. Solo sé que me vislumbras a través del viento; Que en la época de primavera sientes algo especial al yo tocarte. Me amas y me recuerdas mas no sabes donde encontrarme. A veces abrigo la sospecha que solo nos podemos comunicar con las melodías dulces, que nos mandamos a través de los vientos, tú de manera inconsciente y yo de manera premeditada... Me encanta acariciarte con la brisa, la reina de los aires me ayuda en ello. Me encanta platicar con las Anemoi de los vientos y jugar con ellas a que me mandas tus palabras de amor y esperanza:

“Una rosa encuentro en mi casillero virtual… una flor deseo mandarte donde quiera que estés; Mil escenas decoradas con angustias… Cada palabra tuya la encuentro engalanada en la soledad de este castigo… Cual Rapunzel abandonada me veo obligada a cumplir…

Mis ilusiones se van detrás de ti, te buscan en este camino sin fin. Que nos tiene atrapados en este castigo de cien años con mi dicha y no hay nada que me haga más feliz

Por un poema, que se antojaba, por una historia entrelazada de zafiros, tú me encontraste con tu pensamiento. Yo te localicé con mi mirada, y el océano cultivó nuestra amistad por una letra que se quería antojar un geranio… te conocí hace siglos y de una y otra manera te amare cada vez más hasta el final de mi existencia”

A veces pienso:
-Todo esto es una ilusión, yo sé que es vano y a veces risible. pero es la única manera de permanecer con este amor, con esta ilusión ¿y si busco alguien más para amar? ¿Y si las caricias de otra persona me puedan hacer feliz?

Confieso que me lo he pensado una y otra vez, pero lo deshecho de rápido. Nadie podrá suplir ni siquiera acercarse a este gran amor que tengo por ti. ¿Sera factible vivir entregada a una ilusión sin saber exactamente como encontrarte?

Es muy pesada nuestra manera de vivir, no sabemos donde esta ni uno ni el otro, pero por los recuerdos de nuestra pasada rencarnación, y a través de las sensaciones que nos regala el amor… Sé que nos podemos comunicar tú y yo, que al menos con la mente, al menos con la telepatía. Estoy casi segura de eso, aunque a decir verdad me amarro a esa ilusión como lo más sagrado que pudiera yo tener

Yo estoy segura que tu también me amas, sé que aunque estemos lejos, los dos nos amamos donde quiera que estemos. A diario tengo la esperanza de que por medio del viento te toque y te acaricie. De vez en cuando siento que alguien se estremece, que alguien tiembla de amor ¡Y sé que eres tú! Me amas donde quiera que yo este

Algunas veces mis amigos me dicen que soy muy fría, me dicen que no se lo que es amar, que no se lo que es entregarse, solo porque en días solitarios prefiero estar vigilante del recuerdo y las impresiones que me inspiran a estar contigo

Siempre fui fiel a mis ideales Pero… pero en la noche de ayer todo cambio; Juan un buen compañero de escuela me fue a visitar, juntos hicimos la tarea… entre platicas de lo mas desinteresadas y distendidas, un atrevimiento por parte de él surgió, los arranques surcaron nuestros cuerpos, el calor se aprovechó de nosotros, nuestras manos jugaron, y de una u otra manera nuestra ropa se hizo mas ligera, nuestros cuerpos incitaron la pasión a la furia sin igual, y en ese momento me sentí otra

Había cierto nerviosismo, yo no podía dejar de pensar en ti, pero era tanto el deseo y la lujuria que nada me importaba, me hice atrevida, me convertí en la pasión hecha mujer. Poco a poco, guiada de la mano insaciable de Juan fui cayendo ante su desnudes. Las caricias recobraron una profundidad que nunca había sentido… mi piel elevó su temperatura, gotas de sudor recorrían mi dermis la cual era succionada por su boca voraz

Nada me importaba en ese momento, nada quería mas que sentir sus besos, todo carcomía mi mente, había un fuego en mi interior, despertaba en mi una tigresa, una mujer que dejaba la inocencia. Juan alegre alimentaba los fuegos lujuriosos, mientras sus erección se hacia imponente

Mis manos también jugaban con su cuerpo, mi boca hacia surcos en su organismo erecto. los jadeos comenzaban. La pasión llegó a su límite y de pronto me vi ardiente y deseosa, de llevar la adrenalina mas allá de lo que nunca había hecho…

Simplemente teníamos sed y lujuria, muchas ganas de experimentar, poco a poco le deje conocer los secretos mas ocultos de mi piel, poco a poco llego a mi cuerpo, y ya nada hubo que el no conociera

Mi virginidad se la estaba dando a Juan… todo lo contrario a lo que yo tanto hubiera querido hace años: ¡Que mi primera vez fuera contigo, concebir el sexo llena de ternura y afectos de amor, al menos ese fue mi deseo… hasta… HOY. ¡Pero, no! jugué a ser pasional; Mi primera vez se la estaba dando a mi joven amigo que nunca en nada me presionó…

Los secretos de mi himen quedaron al descubierto ante él, de manera torpe pero bien decidida… la barrera fue rota, el desprendimiento dio paso al dolor, la sangre parecía huir de mi cuerpo, pero el placer vino con su lengua voraz. Todo lo convirtió en más momentos de placer, en ese instante solo estaba él y yo… nada mas me importaba

Todo exploto, entre jadeos y una piel sudorosa… él se retiro de mi, dándome solo las ¡Gracias! Y con una sonrisa forzada comenzó a vestirse, después de algunas palabras que las dio de manera obligada, un beso en mi frente y de pronto se fue

Con tristeza vi como estaba la alfombra de mi casa, manchada de sangre, con un vacío aun más grande que antes. Envuelta en una gran tristeza me termine de vestir, antes de que llegaron mis padres quise limpiar todo el desorden... Recordaba con tristeza como es que le di “mi primera vez” a Juan. El sexo no estuvo mal, no estuvo nada mal; pero definitivamente no era para nada lo que yo soñé tiempo atrás.

Recordando que no usé ninguna protección, me aterré ante la idea de un embarazo, comprendí los peligros que se venían encima, corrí a la farmacia y me compré unas pastillas… Con esto borré una parte de mi pesar… Los efectos secundarios fueron demoledores, pero no se acercaron ni siquiera al vacío interior que yo tenia por haberte “traicionado”

Aunque Juan quiso iniciar una relación más profunda conmigo, yo no quise… Definitivamente de ahora en adelante cuidaría más mis deseos y mis instintos. Fue la última vez que estuve con Juan, la pasión fue buena, y ante el descubrimiento del sexo creí tenerle mas cariño, pero me doy cuenta que mi corazón solo es tuyo:

“Te amo aunque solo estés en mi recuerdo, te amo aunque solo sea en mi sueño. Quiero saber de ti más allá de la muerte. No me resigno a esperar por verte cien años… Buscare por tu silencio, clamare por tu amor, usando todos los medios que estén a mi alcance

Oh luz de mi corazón, lucero de mi alma, plenitud de mi vida, te amo y te quiero como nadie, algo te pasó y tu encuentro nunca lo olvidare

Te he buscado como no tienes idea, te he querido encontrar en mis libros y en las plegarias. Incluso te busque en los hospitales y en las funerarias, en las cárceles y en los panteones, pero nunca nadie me dijo nada de ti

Te amo, y sé que algún día volveremos a estar juntos, porque de eso tengo fe y valor, sé que tú no te has ido, y algún día estaremos juntos”

Pasa el tiempo y me siento muy sola, algo semejante te ocurre a ti… pasan los días y entre tantas miradas, entre tantas bocas, me buscas y me sientes. Pero nada te hace sentir lo mismo que yo te logré transmitir. Me deseas y me amas aunque yo no este contigo; aunque todo eso haya pasado en otra vida.

En un día de tantos caminas por la playa sintiendo en tu cuerpo semidesnudo, como la brisa marina te golpea… Te ves tan solo y tan triste, tan meditabundo sentado en la playa, el viento golpeando tu espalda y tus pies escondiéndose en la arena a cada paso que das. Estas triste, estas vacío por dentro, no hay nada que pueda calmar tu dolor, tu tristeza te hace llegar a lo alto de unas roca y desde ahí vislumbras el horizonte del ancho mar…

La noche anterior Estuviste con Celia, la conociste en un bar y sin saber porque la invitaste a bailar, tal vez era tu necesidad instintiva y las presiones de tus amigos de ¡Estar con una mujer! Fue tu necesidad de recibir “calor humano” quienes te hicieron llevarla a un motel.

Envuelto en la oscuridad de la penumbra, sentías como los rayos de la luna traspasaban la ventana y llegaban hasta tu cuerpo desnudo… la besaste mientras me deseabas a mí, la besabas mientras era mi cuerpo con el que soñabas. Ella te acariciaba mientras en tu deseo sentías una tristeza profunda, acompañada y lejana proveniente de otra galaxia… ¡Proveniente de tus recuerdos de la otra vida! En momentos te querías detener, hubo unos segundos que nada mas te importaba, y de pronto ya no pensabas, solo sentías

Mientras la penetrabas sentías como si el fuego te estuviera quemando; Te veías en un campo lleno de confusiones, tus emociones sufrían y bajaban. ¡Y de pronto estabas conmigo! desnudo sintiendo como si los rayos astrales se bañaran con nosotros. Descubriendo en mi semblante la piel que hacia remolinos debilitando tu ser... Dejando tu miembro estático y preparado para hacerme sentir amor, componiendo en tus manos la sinfonía perfecta para recorrer mi piel, para abrir mi cuerpo como una flor y sentir el éxtasis capaz de llegar a lugares donde no habíamos estado antes.

Pero casi al momento del orgasmo abriste los ojos y la viste a ella, con sus ojos clavados en ti, con sus manos estrechándote en deseo y pronunciando tu nombre. Tú apartaste la mirada y sentiste un gran vacío. Te separaste y maquinalmente te levantaste, yéndote a duchar. No le hablaste de amor como ella esperaba, sin decir mas te fuiste del hotel y preferiste dormir en la fría arena de la playa ¡que dormir con quien no te nacía! Te quedaste dormido y ella sola se quedo sintiendo el frio de tu desprecio

Al amanecer ves a otra chica y su cuerpo semidesnudo caminando entre la playa, te hace pensar mil cosas, es bello para los instintos del deseo, y tus sentidos son quienes la quieren devorar, mas, comprendes que necesitas y quieres alguien por quien de verdad grite tu corazón…

Inquieto y sin saber que hacer te retiras de ahí… vas a tú único refugio natural… Eres un sonámbulo mirando al mar, eres un autómata cuando te metes a bañar, un hombre que no sabe lo que hace cada vez que es tocado por las aguas…

Estas solo parado en lo alto de las rocas y sin embargo no dejas de pensar en mi… a través del horizonte ves mi rostro perdido en tus recuerdos. Me observas a través de la vaporosa nube, me descubres a través del viento que recoge tus venas. Me miras y no sabes que existo, me observas y no sabes quien soy, solo… solo me sientes. Asientes un gran vacío en ti, me imaginas, me protegiste en tu interior desde la primera vez que… Desde la primera vez que recuerdas

Te percibo desde lejos, te siento a través de la distancia y tus emociones. Comprendo tu desesperación y no me atrevo a mirarte ni a decirte nada, Sé que piensas en mí y sin embargo no sabes donde encontrarme. Recuerdas tus últimos días en la prisión de hielo y piensas en lo injusta que es la vida. Estas próximo a tomar una decisión. Te miro desde un lugar más allá de las estrellas, más allá del universo y más allá del horizonte

No sabes ni mi nombre, no sabes ni si existo, ni nada, ni yo puedo ver ni tu cara, ni tu cuerpo, ni nada. Solo sabes que estas en un lugar próximo al mio sin poderme localizar. Tú estas en mi vida y yo estoy en tu corazón. Tu alma se resiste a estar sin mí… Decides que es tiempo de acabar con todo

Ya no aguantas mas, te amarras una piedra en la cintura y desde las rocas te arrojas a lo profundo del mar, las olas furiosas golpean tu cuerpo y la pesada piedra baja tu cuerpo a la profundidad del océano, tu aliento se te esta marchando en el ultimo instante que pronuncias mi nombre que no conoces y ves mi rostro de lejos sin conocerlo

“Te amo sin tocar tu nombre, te quiero sin ver tu mirada y sin escuchar tu cuerpo sobre mi simiente enamorada. Tu vida se acaba de esconder, y con ella mi corazón se fue detrás de ti. Atravesó los escombros de la muerte y con mis lágrimas en lo que hoy ha sido el final de tu existencia. La esperanza se fue perturbada, por la desesperación de no encontrarnos, de no estar juntos…”

Siento lo que acaba de ocurrirte. Ya no recuerdo ni reglas ni castigos. Corro a donde creo que estas tú. A cada paso mi ilusión de amarte eternamente se ha esfumado, y con ella mi vida. No pienso en nada que no sea estar contigo, no me importa el lugar, solo acompañarte. Llego a las rocas y no veo nada mas que las olas que furiosas las golpean. Aun siento el calor de tu cuerpo sobre ellas y mi desdicha aumenta... mi alegría, mi esperanza ¡mi amor! se fue contigo detrás de tu muerte…

Con mis ilusiones agonizadas y la desesperanza cubierta de mis lagrimas, ya no pienso en nada ¿para que me sirve la mente si nunca me sirvo par estar contigo? Contemplo el mar de la misma manera que tú lo hacías momentos antes. Siempre quise estar a tu lado, y hoy que por fin se donde estuviste… pero… ¡Ya no sirve de nada! Lloro una y otra vez…

He seguido tu rastro como una estela de flores llena de dolor y espinas… Y al final me doy cuenta que ni aun así podemos estar juntos, nos faltan muchos años para el termino de la condena. Falta tanto para poder estar juntos, para ser capaces de juntar nuestras manos y podernos decir “te amo”

Dentro de la desesperación imagino que si muero pueda estar solo contigo, tal vez si me voy a los brazos de la muerte, pueda descansar en paz, este término de años que nos faltan… para cumplir con un castigo que no fue más que por el producto de amarnos

Sin pensarlo dos veces, voy a lo alto de las rocas donde tú estuviste, tomo un cuchillo y pronunciando tu nombre lo clavo en mi corazón al mismo tiempo que me arrojo al mar
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El sacrificio, los suicidio por amor, el ver mas allá de… Claves del amor romántico clásico; Que aunque sea de vez en cuando yo creo que en la actualidad existe. Pero…
¿Es bueno sufrir por amor? ¿Hasta donde están sus limites?... Si es que los hay

martes, 20 de marzo de 2012

Del amor, la guerra y otras lindezas

Docestrange nos cuenta la confesión de un pobre incauto, cuya vida cambia a raiz de una decisión tomada por una tercera persona a muchos kilómetros de distancia...

Muy señor mío:

Estoy en la cama empleando mis últimos esfuerzos en escribirle esta carta estoy a punto de morir, y por eso he decidido que se conozca la verdad de una vez, sé de buena tinta que usted no se ha dejado nunca amedrantar por las distintas amenazas que pudieran venir del poder. Esto que le escribo es totalmente cierto.

Mi historia se remonta a hace unos meses, acababa de terminar mi carrera y estaba preparado para acometer una vida llena de proyectos e ilusiones, no tenía novia ni nada por el estilo, pero era un tío bien parecido y como me había licenciado en INEF, pues eso que estaba hecho un figurín, quizá eso fue mi ruina. El caso es que tenía que hacer lo que todo hijo de vecino hacía en España en aquella época, la “mili”. Pero claro yo era más chulo que nadie y no me limité a hacer un servicio normal, quise seguir la tradición familiar de ser lo que se llama IMEC o también conocido como “Alférez de Complemento”, vamos que me iba a tirar un año de militar pero con un sueldo de puta madre y meándome en lo sargentos y cabos chusqueros.

La cosa empezó muy bien, las pruebas físicas para mí estaban realmente fáciles, no soy un genio pero estoy por encima de la media en psicotécnicos, además de que soy muy bueno en la táctica del deporte, y como tenía varios títulos de entrenador estaba acostumbrado a dirigir y a jugar en equipo, por lo que no tenía más problemas que hacer lo que se me decía sin más eso me reconoció como un buen soldado. ¡Qué hipócritas!, ya me la tenían preparada. Llevaba ya los tres meses de entrenamiento obligatorio en Rabassa, Alicante cuando tuvimos un día completo de permiso, nos fuimos por ahí a pasar un día de playa y diversión con los amigos. Era el día ansiado, mañana era un día bonito puesto que jurábamos ante la bandera derramar hasta la última gota de nuestra sangre y todos bien arregladitos teníamos que besar la bandera y luego pasar por debajo de ella, digamos que es el paso de civil a militar, reconozco que es bonito.

Bueno el caso es que ese día en el chiringuito de playa dónde estábamos comiendo un arroz a banda vimos pasar a una tía impresionante, iba borracha por lo que cayó al suelo en redondo, nosotros nos apresuramos a levantarla, le sentamos en nuestra mesa y ella al poco fue reaccionando al café bien cargado que le suministramos. Al final había conseguido venirse arriba, nosotros le dijimos que si estaba sola podía venir con nosotros a disfrutar un día de playa, ella gustosamente aceptó, allí empezó mi desgracia, quería follármela a toda costa y saqué toda la artillería pesada para conseguir mi propósito, nunca he tenido problemas para llevarme a una tía a la cama, eso es cierto. Así que prepare mi estrategia y fui apartando poco a poco con muy mala uva a los posibles candidatos, que la verdad era sólo uno pero era tan buitre como yo. Pero había una ventaja a mi favor, yo hablaba tres idiomas de manera fluida y el pobre capullo este no entendía ni jota de inglés que era lo que hablaba la guiri.

El objetivo fue eliminado, con un par de frases tipo, “la verdad no sé lo que va a pensar tu novia de esto”. Al final nos quedamos solos como dije y en un momento dado me ofrecí a darle un masaje mientras le ponía crema solar, notaba como subía la temperatura, era divertido ver como se contorsionaba en la playa de puro placer y gusto. Luego le susurré al oído algo y ella aceptó encantada, había triunfado, nos íbamos a la habitación del hotel que estaba cerquita de la playa.

Tenía la cabrona un pedazo de suite impresionante, los primeros pasos fueron sencillos, nos desnudamos, y yo la tumbé encima de la cama, tenía algo curioso que no había visto nunca, un pubis totalmente depilado, no era costumbre en España todavía y eso hizo que me sintiera más excitado si cabe, por lo que ella me pidió que me lo comiera, no lo había hecho antes, aunque sí lo había visto en las películas porno y en las revistas así que tiré de intuición e instinto para poder llevar a cabo la misión encomendada. Entendía que era más o menos como follar con la polla pero con la lengua amén de que con la punta había que hacer algo que siempre funcionaba, jugar con el clítoris, estuve jugando con su raja agarrando sus labios exteriores con los míos superiores, luego recorría de alto en bajo la extensión de su concha, tenía un sabor a mar, que lo hacía muy sabroso, el rechazo inicial se convirtió en una delicia impresionante, se corrió lo menos dos veces con mis juegos bucales, para acto seguido, apartarme de un empujón y comenzar a chuparme la polla como una auténtica profesional, fue la hostia nunca antes me lo habían hecho igual, además me costaba horrores el conseguir que una tía normal me la chupara, siempre con el típico pretexto de que si me da asco, que si fue o que si vino, no estaba acostumbrado a tanto placer así que me corrí en el acto, debido a mi vigor enseguida estaba otra vez preparado para seguir con la aventura.

Entonces me coloqué encima de ella para penetrarla, ella lo pedía sin duda gritaba pedía más y más al estar descargado mi aguante había subido exponencialmente, así que pudimos probar todas las posturas posibles ella cabalgaba gozosa sobre mi miembro mientras yo jugaba con sus tetas frotándo con las yemas de mis dedos sus jugosos pezones, así seguimos pasando a la postura del perrito, donde cayó fulminada por otro orgasmo brutal, pero yo quería más, me había acordado de la última peli x que había visto donde el protagonista sodomizaba a su compañera y ni corto ni perezoso yo hice lo mismo, pero no sabía que había que lubricar para hacer dicha faena así que, la pobre dio un alarido cuando intenté meterle la punta de mi polla en su ojete. Pero no se enfadó, no señor, simplemente me dijo que lubricara su culo con una crema que había sobre su mesilla de noche y siguiendo sus indicaciones poco a poco conseguir el objetivo anhelado, la verdad es que estábamos locos de placer, al final me corrí dentro de su culo viendo como se salía mi semen por su ojete. Estuvimos durmiendo un rato y me despedí para irme al cuartel, no sin antes intercambiar direcciones y teléfonos.

La vida transcurrió con relativa normalidad durante un cierto tiempo, termine mis servicios a la patria y conseguí trabajo en un gimnasio mientras salía algo mejor. Entre tanto, estaba tan hecho polvo por la aventura con mi amante que no pude sino que dedicarme a pensar en ella largo y tendido. Para mi sorpresa un día al cabo de un tiempo recibí un sobre en mi casa, ¡era de ella!, pero las malas noticias, no hicieron más que empezar con la apertura de dicho sobre, en él había una breve descripción de lo que era y quién era en realidad, era espía de la C.I.A., había sido elegida sin saberlo para el “plan omega”, había sido inoculada con el virus del sida, y al mismo tiempo lo tenía en el cuerpo pero ella estaba genéticamente preparada para poder transmitirlo y sufrir las consecuencias del mismo.

Su misión era transmitir la enfermedad a distintos mandatarios contrarios a la política de los Estados Unidos, o bien enemigos declarados del mismo para que murieran en un plazo no superior a dos años, pero había que probarlo, habían elegido una víctima al azar. Esta no era otra que yo, pero la fórmula no había funcionado correctamente y ella también estaba infectada, ahora estará probablemente muerta.

Una vez leído el sobre, me fui al hospital a encargarme la analítica correspondiente, al cabo de unos días terribles los peores temores se habían cumplido, tenía la enfermedad en el peor de las variantes, esperanza de vida como mucho un año.

A lo hecho pecho, debí haber tomado precauciones, menos mal que con mis amantes posteriores si las había tomado, pero claro, había que avisarles, eso hice con los improperios normales de estos.

Ahora estoy aquí sólo esperando a la muerte, le ruego señor periodista que tome buena nota de esto y lo publique a los cuatro vientos para que las personas del pentágono que idearon el plan puedan pagar sus delitos con creces, adjuntándole a esta carta el expediente que me remitió mi amante.

En Madrid a 17 de mayo de 1992

domingo, 18 de marzo de 2012

Canción de despedida

Magela Gracia presenta así su segundo relato: "Si ahora levanto los ojos y te miro de frente es porque una vez mi coño te anheló y no te encontró para saciarse. Poco importa como me dices hoy adios, lo que me duele es que simplemente lo dices."

Se apagan las luces en el fondo y se enciende mi foco. Suelo pulcramente pulido, incluso resbaladizo, sostiene mi cuerpo a punto de derrumbarse. Estrellitas doradas haciendo figuras irregulares corretean por mis pies y suben por el vestido de terciopelo negro, que se desparrama ocultando los tacones que nunca debí ponerme para esta actuación. Me tiemblan los tobillos…

Empieza la música y mi alma cae al suelo, destrozada. No quiero cantar. No es solo que no quiera… tengo pánico de hacerlo. Seguro que tengo la voz rasgada y si abro la boca llorarán mis ojos. La cámara número uno enciende su piloto rojo y me enfoca directamente. No se escucha ya sino la melodía hiriente que me regalaste… Y los latidos desbocados de mi corazón, hecho pedazos.

Tus palabras lo dejan claro… Tú última canción es tajante. No puedes quererme…

Nunca imaginé que me vería cantando mi propio rechazo. No puedo sino lamentar el día que dije que grabaría cualquier cosa que tú escribieses. Mi compositor maldito, ese que me enamoró con las letras que me enviaba y me hacía modular las rimas de amor que imaginaba mías, sin pensar en el engaño en el que me estaba enterrando.

Mi primer éxito, tuyo. Mi primera noche de pasión, sonando una canción más que sensual, escrita por ti, en boca de otra mujer. Lo hice por despecho, entonces. Me dejé seducir y clavar una polla al descubrir que una de tus letras maravillosas había ido a parar a las manos de otra cantante, y que ella ahora te dedicaba su voz como yo antes te había dedicado la mía. Pero diferente. Yo, una niña a la que engatusar; ella, una diosa a la que encumbrar con tu canción maestra. Nunca te pedí exclusividad, porque imaginaba que no me la concederías. Pero esa canción era tan bella…tan horriblemente excitante. Me dejé follar para vengarme… y lo peor es que tú nunca te enteraste.

Nunca contestaste a cualquiera de las cartas que te escribí. Cientos. Vergüenza la mía, que debí sentir al enviarlas, y que nunca apareció. Vergüenza la mía, que debí envolverme en un manto y ocultar la cara al saber que nunca te conocería, que nunca vería tu rostro, que nunca escucharía tu voz. Enamorarse de un ideal es absurdo, pero me pasó. Y ahora me duele la garganta un instante antes de cantar la canción con la que me dices adiós.

La canción en la que tú, mi amante, me cuentas que no me quieres, y que vas a caminar por una senda por la que no deseas que yo te siga.

Me dejas sola. Me dejas perdida.

Esa cámara me espera. Las notas resuenan y el micrófono frente a mis labios anhela la voz que hoy me niego a entregar. Mi boca tiembla de miedo e impotencia, no conseguiría modular una triste nota. Un par de segundos más en empezar con la letra y será el peor inicio de lanzamiento de disco de mi historia… Y lo horrible es que entre los únicos a los que puede importarle que yo fracase no te encuentras… ni yo tampoco. Y no puedo sino coger aire y expulsarlo, sin emitir ningún sonido. Sé que mi representante está entre bambalinas, observando mi agonía, como hace unos minutos me vio llorar, en el camerino. Con la luz apagada y la ropa esparcida por la moqueta del suelo me importaba poco tras todo el sufrimiento que me había visto padecer en los últimos años… por tu culpa…

- No puedo hacerlo. Simplemente moriré allá arriba.

Él me miraba desde el sillón, a un lado. Yo me miraba reflejada en el espejo, tras irse la maquilladora, que había preparado mi rostro para el calor de los focos del escenario.

- Sonó muy bien en el estudio, ya lo sabes. Va a ser tu mayor éxito.

- Y mi mayor desdicha. Voy a echarme a llorar si la canto en público.

¡Cómo cantar mi vergüenza! No me querías, y así me lo decías en tu canción, la última que de ti recibiría…

Mi mayor éxito… Hasta el momento… no había sido tuyo. Había compuesto yo la canción que me había hecho objeto de deseo de todo bicho adolescente… y alguno ya más mayorcito. No era tuya… pero era para ti. No sé si te lo imaginaste alguna vez, pero tampoco te lo confesé por carta. Total, ya empezaba a imaginarme que la había compuesto solo por completar mi indigna venganza.

La locura de enamorarme de alguien a quien no había visto nunca… al final había acabado mal.

Después de todo, era lo normal. Empezar a cantar con 17 años una primera letra escrita por un intrépido compositor me había dado la fama. Me enamoré perdidamente de esa canción, que significó tanto para mi carrera. Comenzaron a llegarme ofertas de discográficas desde la primera semana en que salí en la radio. La jovencita de voz melodiosa y cara de ángel que daba el aspecto de eterna virgen enamorada del ideal de un caballero andante. Y lo era, era todo eso… y lo disfrutaba.

Yo solo pensaba en volver a dar vida a una canción del letrista que me había cautivado. El hombre sensual que mandaba sus creaciones escritas con su propia letra, a pluma, y rimaba bajo el pentagrama con delicada soltura, me tenía atada a las líneas donde se anclaban las fusas y semifusas. De ese modo, firmé contrato con la que me consiguió sus letras para mis siguientes discos, aunque nunca pude obtener la exclusividad del autor, por más que peleé por ello.

Querías ser libre, y tuve que resignarme a conseguir solo las justas para llenar mis discos. Debí negarme entonces… pero no lo hice.

No pude alejarme.

Tus letras las cantaban otras, y no me quedaba más remedio que escucharlas, y apreciar tu arte. Llorar en silencio cuando me llegabas al alma, que era casi siempre, y buscarte en cada disco que salía a la venta de mis peores competidoras, se convirtieron en mis mejores pasatiempos. Así aprendí a odiarlas a todas… Debiera haber conseguido hacer lo mismo contigo… Estúpida que nunca lo intenté, tampoco.

Me convertí en la cantante más huraña que salía al escenario. Si alguna vez topaba con otra de las que conseguían acapararte en sus gargantas me ponía enferma. Tenía celos. Te imaginaba retozando con ellas, regalando tus atenciones de la forma en la que yo las anhelaba, y no las obtenía. Quería fundirme entre tus brazos como te dibujaba con las que te cantaban, y deseaba perderme en tu boca mientras la mía te recordaba tus versos melodiosos. Esconder mis manos bajo tu ropa y sentir el calor de tu cuerpo al escucharme cantar tus notas. Hacerte estremecer no solo por lo maravilloso de los versos sino porque la cadencia con la que te los devolvía te hacían hervir la sangre. Sentirte desearme, saberte erecto, quererte entregado y anhelante de mis besos.

Me enamoré de ti, mi maldito letrista. Y ahora te lloro…

Maldito el día en que te escribí que te quería.

Te aguardé todos los días desde que por fin no pude negar tu ocupación en mi corazón. Y tras varios meses de esperarte me di cuenta que también te anhelaba mi entrepierna. Me excitaba con tus letras, aunque no fueran eróticas. Pero leer el deseo que se impregnaba en las palabras que enlazabas, y el ritmo que le imprimías que parecía una sonata perfecta para acompañar las caderas unidas en las suaves embestidas empezó a volverme loca. Y creí necesario saciar mi sed de ti, al menos… a solas.

Me masturbaba mientras me escuchaba cantarte, llegaba al orgasmo cuando la música se aceleraba. Imaginaba que eras tú el que con tus manos me arrancabas los gemidos que interrumpían la melodía, tirada en la cama, con la puerta cerrada y la guitarra en el suelo tras tratar de componerte algo que te llegara al alma. Tus dedos eran los que se perdían en mis entrañas calientes y húmedas y me recorrían haciéndome arquear las caderas. Tus labios eran los que apresaban mis pechos y los devoraban con hambre de mil semanas. Tu cuerpo aprisionaba el mío contra la cama y las manos se perdían en las caricias nunca recibidas. Allí abajo, en las nalgas, tus dedos elevaban la pelvis para abrirme a los placeres que solo un miembro erecto, caliente y magnífico como imaginaba el tuyo, podía ofrecerme. Me hiciste el amor tantas veces… Y tantas o más veces me follaste…

Y entonces… aquella letra lo cambió todo. La canción más erótica que nunca había escuchado. Sexo en estado puro, orgasmo arrancado a las puñeteras cuerdas de una guitarra. La solista se desgarraba el alma con cada cambio de sonido, con cada letra rimada con otra, y sus manos recorrían su cuerpo de la forma más sensual que jamás había visto. Sentí más que celos… sentí puro odio, y dolor en el cuerpo. Esa letra era tuya, y no la cantaba yo. No me la habías ofrecido, y me sentí vacía e inútil a tus ojos. No valía para cantarla, seguro que habías pensado eso. La habías entregado a otra discográfica, y me enfadé con el mundo, con la música y conmigo misma por no ser capaz de crear algo que te la pusiera dura al escucharme.

Y, sobre todo, te odié profundamente, tanto como te amaba.

Me entregué a otro con esa melodía sonando en la radio. En una puñetera fiesta de antiguos alumnos del instituto, donde todo el mundo quería que le firmara un disco y yo solo quería que llegara la hora de poder desaparecer sin llamar descortésmente la atención. Mientras me tomaba una tónica, amargada y queriendo amargarme la garganta, se iniciaron los acordes lascivos y se me cayó el alma a los pies. Tu puñetera obra maestra sonaba en la boca de la guarra que habías elegido para cantarla.

Y a la vez, raro en mí, me puse tremendamente cachonda. Te pensé follando con la cantante, la muy zorra… Te imaginé empotrándola contra la pared de forma salvaje, como si fueras una bestia. Embestida tras embestida, llegando hasta el fondo con la ropa aun medio puesta. La escuché gemir contra tu piel, llamarte por tu nombre, y pedirte más. Cabellos revueltos y carmín manchando su rostro enfebrecido. Te escuché llamarla guarra, decirle que era el mejor polvo de tu vida y que te querías correr en su puñetero culo. Uñas marcando como latigazos la piel de tu espalda, de camino hacia las nalgas perfectas. Me mojé las bragas imaginando tu culo presionando contra sus caderas, el sudor en tu piel, el sonido de los dos cuerpos chapoteando por la excitación del momento. Te vi claramente en la casa de ella, con la ropa interior de seda destrozada en el suelo, con las rayas de coca aun sobre la mesa, que seguro que ella se esnifaba para poder seguir el ritmo frenético que llevaba su carrera. Te sentí correr tras darle la vuelta y encularla, con un par de empujones potentes y gemidos agónicos de ambos. Te derramaste en su interior mientras ella gritaba y te insultaba por el daño que le hacías, y a la vez le tirabas del pelo y le tapabas la boca para sofocar su propio orgasmo. Y no refrenaste el ritmo de tus caderas, ya que necesitabas seguir follándotela porque te ponía como un animal su cuerpo voluptuoso.

Y su jodido coño de puta.

Te había sabido a poco.

Me folló el siguiente chico que me pidió un autógrafo. Le dije de salir fuera, que necesitaba aire. No hizo ninguna pregunta, le importaba poco a donde lo llevara, o cuánto tiempo. Le pregunté si tenía coche y me contestó que había traído el de su padre. Supo lo que quería al instante, y me condujo de la mano hasta un enorme todoterreno negro aparcado a unos cuantos metros en la siguiente calle. Me subí corriendo en el asiento delantero, y puse la radio. Continuaba sonando la maldita canción en su última estrofa. La chica se corría mientras gemía estridentemente.

Se corría con su jodida garganta de puta, que imaginé más de una vez cargada de semen.

Me besó con urgencia; no quiso ni siquiera apartar el coche de la vista. Me devoró y mordió más que besarme. Sus manos corrieron a meterse bajo la camiseta, buscando mis pechos. Los dedos me pellizcaron los pezones, y me estremecí bajo el apremiante castigo. Me besó los labios y el cuello, me lamió la clavícula y retiró ropa sin prestar atención a la calle. Y me dejé hacer… como buena zorrita, hasta que la música dejó de sonar… Paré en seco, dándome cuenta de lo que hacía, de la locura tan horrenda que era follar por despecho. Mi ex compañero de clase me miró, completamente cachondo, gimiendo alterado.

- Tengo el disco, si lo quieres…

Mientras lo buscaba en la guantera llevó su mano a mi entrepierna, y supe que no me importaba con quien fuera si sonaba esa canción para acompañarme cuando me la metieran hasta el fondo. La polla, al fin y al cabo, no era lo importante, siempre que el ritmo fuera el que habías impuesto tú al crearla, al imaginar a la que la cantaría, al masturbarte mientras buscabas las rimas perfectas. Tú querías que la gente se corriera con ella, y yo te iba a dedicar la mía entre las manos de un niñato.

Sus dedos jugaron con la tela del pantalón y me sintieron mojada. No podían sospechar que era por ti y no por él por lo que me encontraba en ese estado. Tampoco le importaba mucho, con tal de conseguir el polvo con el que nunca se había visto disfrutando. Apretó mi entrepierna sin demasiada consideración y jadeé ante la presión de la palma. Un escalofrío me recorrió la espalda ascendiendo hasta la nuca. Le gustó saberme dispuesta.

Los altavoces me devolvieron tu morbosa presencia y me apresuré a desconectar de la realidad. Me bajó los pantalones torpemente y a cuatro patas me empotró contra el asiento del coche. Observó las braguitas de encaje y sin miramientos las hizo a un lado, sin importarle si podían molestar en el lance. Escuché la hebilla del cinturón al abrirse y la cremallera de su pantalón al bajar. Sabía que un momento después ya tenía la verga en la mano, unos instantes antes de notar el capullo duro contra la vulva mojada. Y la sentí buscar la abertura, rozarme desde atrás frotándose contra las nalgas. Cogí aire, con miedo. Endurecí mi cuerpo y esperé un interminable segundo.

Gimió mientras me la clavaba hasta el fondo. Agarró mis caderas y me destrozó la virginidad sin darse cuenta de que existía. Se restregó contra mi culo una y otra vez, violentamente, estrellando su pelvis contra las carnes redondeadas que se aprestaba a torturar con las manos. Golpeó sin descanso, con la vigorosidad de un adolescente y su inexperiencia. Mis manos se aferraban al asiento, y la tapicería me rozaba los pezones con la camiseta subida y el sujetador descolocado. Me gustaba el contacto del cuero contra mi cara y el torso desnudo. Y el olor a sexo unido al sudor de la piel del asiento.

Jadeaba, ¡Dios! ¡Cómo jadeaba!

Continuó follándome desde atrás lo que creí interminables minutos, aunque sabía que no lo eran porque la canción no había terminado. Pero se me hizo eterna. Esos jodidos versos siempre se me hacían interminables. Y me vi cantando mientras mi cuerpo se amoldaba a su nuevo estado, y gimiendo con cada envite. Al final me estaba gustando ser follada por mi compañero, por poca cosa que me pareciera.

Era cierto lo que decías en tu canción… aunque por supuesto, con otras palabras… No eras tan vulgar, aunque lo pensaras. Un coño era un coño, daba igual la dueña. Para mí… ahora, una polla era verdad que solo era un trozo de carne al que mantenerse aferrada a la realidad más cruda a la que me había enfrentado. Y me gustaba… Su polla me gustaba, igual que cualquier otra.

Metí la mano entre las piernas con dificultad, ya que el pantalón en las rodillas no me dejaba mucho que separar. Me noté hinchada, caliente y empapada. Y necesité saciar mi ansia de tocarme como otras veces lo había hecho, sabiéndote presente en mis fantasías de niña virgen, y ahora de putilla fácil. Lo hice como me gustaba imaginar que me lo harías, con tus manos y tu lengua, con tu polla tiesa golpeada sobre una piel necesitada de tus atenciones. Me sentí morir al masturbarme con una verga dentro. Me gustó horrores.

Y lo disfruté, gemí y me corrí… y lloré durante todo el tiempo que se enterró en mis entrañas, cada vez que me decía que le gustaba, que lo tenía duro como una piedra por mi coño caliente, que estaba a punto de inundarme, que quería correrse sin el puto preservativo. Cada choque, cada caricia torpe, cada palabra salvaje. Lo disfruté todo, como si me fuera la vida en correrme antes de que terminara la letra… y tú conmigo…

- ¡Joder! Nena, me matas de gusto. ¡Qué buena que estás, cabrona!

- Córrete de una puñetera vez.

Sabía que si terminaban los últimos acordes me sentiría sucia, al menos quería correrme antes.

Y, por supuesto, se corrió al momento. Lo sentí regar mis entrañas con la última embestida. Cerré los ojos y te imaginé siendo tú el que lo hacía, que era tu polla la que se anclaba en el fondo con dolorosa presión. Y me corrí con la idea de que me estabas acompañando y lamiendo la espalda en ese preciso instante.

Recuerdo la cara de satisfacción del estúpido al mirarme, creyendo que lo habían elegido porque estaba interesada en sus huesos. O en su polla.

- No sabía que fueras tan zorra,- comentó, limpiándose la corrida con la parte baja de la camiseta. Estaba más interesado en vigilar si había manchado la tapicería del coche de su padre que en preguntarse si yo tomaba algún anticonceptivo.

- Ni yo que fueras un capullo.

Por suerte nadie nos había visto y no había fotógrafos cerca que dejaran constancia de la bochornosa escena. Pero ya se encargó él de gritar a los cuatro vientos que me había follado como a una perrita en su coche mientras escuchábamos música. Al final no fue sino la excusa perfecta para dejar de aparecer por las fiestas de compromiso. Una polla, al fin y al cabo… era solo una polla. No me importaba lo que dijera la gente, en algún momento tenía que dejar de ser la virginal cantante de baladas en la que me habías convertido… Te dediqué aquel primer polvo, y tú ni te enteraste.

Y por suerte también me vino la regla.

Me corrí acordándome de tus muertos… a los que no conocía y que ni culpa tenían que fueras un puto cerdo.

Yo quería una verdadera letra, una salida de tu bragueta. Quería ahora ser la mujer que te dejara sin aliento al escucharme gemir contra el micrófono, susurrar obscenidades y contorsionarme sobre el escenario. Podías ser el autor… pero no me hacía falta. Ahora solo pretendía que me oyeras tú… que me buscaras. Se había acabado la niña tonta que te enviaba cartas pidiendo conocerte. Aquella chiquilla se había quedado empalada en el asiento delantero de un coche mientras lloraba por no tener tu polla restregándose contra su cuerpo. La mujer que ahora se levantaba de la cama por las mañanas era una diva que solo quería atraer tu atención con la mayor de las indiferencias hacia tus letras. Busqué nuevos autores, canté nuevos estilos, aprendí nuevos bailes. Fui nueva, y hasta pensé en cambiar de nombre.

Y llegó el día en que la gente se masturbaba con mi voz gracias a las canciones que aprendí a componer para ti, en silencio. Sabía que me tenías que escuchar a la fuerza... ningún hombre se me resistía. Ese era el puto plan, que me desearas como todos, que al escucharme se te pusiera dura. Llegué a componer la más sexual de las melodías, la que hacía que los cuerpos anhelaran restregarse en las pistas de baile. Las chicas bajaban sus culos hasta casi rozar el suelo a mi espalda, en la coreografía, mientras mis manos acudían a mi boca buscando manchar los dedos del carmín obsceno que llevaba puesto. Puta… fui puta por ti. Empalmaba a quien quisiera escucharme, que eran muchos. Y te imaginaba con la polla entre los dedos, recorriendo toda su longitud con el ritmo que yo le imprimía a tu mano con el bamboleo de mis caderas. Tú, entre bambalinas, esperando a que terminara mi actuación para asaltarme en el camerino, en aquel primer encuentro en el que serías salvaje y suave, en el que morderías mis labios y besarías mis mejillas, lamerías las lágrimas vertidas y arrancarías más con cada embestida. Me follarías y me harías el amor al mismo tiempo, con cada cambio de ritmo me llevarías al cielo y al infierno, me harías reina y puta, me matarías y me darías la vida. Quería correrme entre tus brazos, quería temblar bajo tu embrujo. Quería tus caderas enterradas entre las mías, sobre el tocador iluminado con decenas de bombillas blancas, y los cosméticos rodando por los suelos enmoquetados.

Te quería mío… sin reservas. Solo mío; ni una cantante más con una letra tuya en sus puñeteros discos…

Y así me lo agradecías… Con esta letra que por fin enviaste, cuando ya no podía gemir más sobre el escenario siendo una triste caricatura de lo que fui cuando tarareaba tus baladas tiernas. Así me lo pagas, así me dejas ahora.

Con esta letra en la que me pones mirando en la dirección contraria a la que tú miras, en la que avanzo alejándome de tu cuerpo, que deseo y me encela. Me haces cantar tu despedida, cuando ya no puedo caer más bajo… Sola, triste y abatida. Así me encuentro en el escenario, tras los focos, mientras la música suena y empieza mi llanto. Y la gente que me mira se asombra de la magnífica puesta en escena de la putilla que desde hacía un año solo gemía un orgasmo tras otro y se tocaba de forma obscena, como si se la estuvieran tirando varios.

Perdí tus besos, tus caricias, tus suspiros contra mi oído. Perdí tu tacto y tu sabor en mi boca, tu lengua recorriendo mis pliegues y lanzándome al abismo más infinito. Perdí el movimiento lento de tu cuerpo contra el mío. Tus dedos descubriendo mis secretos, tus ojos bañándose en mis curvas sedientas de tus atenciones malditas.

Perdí al hombre que nunca me hizo sentir mujer sino cuando me masturbaba infantilmente con una guitarra a un lado. A ese que nunca quiso hundirse entre mis piernas, mojarse en mis humedades cruelmente provocadas por sus carnes prietas. A ese que me regalaba baladas, y que lo único que pedía a cambio era que yo se las cantara. Con otra disfrutaba en la cama, no importaba quien fuera. No era mi coño al que deleitaba, no era mi piel sobre la que se derramaba. Por más que mi boca anhelaba calmar su inmenso vacío con partes de su cuerpo no fui capaz de retener a ese hombre.

No pude atraerte, no pude conservarte.

Y ahora he de secar mis lágrimas, y no sé cómo hacerlo. Porque he de ser la cantante que esperas que sea, esa que se dejaría destrozar la garganta para alcanzar las notas que soñaste, y que deseaste en tus canciones. He de secar las lágrimas que recorren las mejillas y manchan la piel con el rímel, mientras la maquilladora se echa las manos a la cabeza, para poder mirar a la cámara y a tus ojos, tras la pantalla de donde me estés mirando. Porque por más que desee seguirte por la senda que dejan tus pasos, rastrear tu aroma y llevarme tu piel a los labios, he de cerrar los puños sin nada dentro y clavarme las uñas en las palmas de pura rabia. Permitir también que mi cuerpo tiemble ante la soledad que dejará tu ausencia en mis sueños.

Sueños no… rectifico. Pesadillas… sin ti solo habrá pesadillas.

Seco mis lágrimas sin un gemido orgásmico que me acompañe en mi derrota. Nunca me quisiste, nunca me buscaste… Nunca sostuve tu peso sobre mi cuerpo y eso puede que sea peor que perder lo disfrutado. Solo imaginar lo que pudo haber pasado sabe a demasiado poco.

Trago las amarguras de la hiel que me sube hasta la garganta, con las ganas de vomitar lo poco que he almorzado. Las náuseas que por los nervios siento al menos me recuerdan que sigo viva, porque deseaba morir antes de verme vestida de negro infinito como ahora, con la piel cetrina y los ojos rodeados de maquillaje corrido por las lágrimas vertidas. Las uñas mordidas, los dientes sujetando el labio inferior y los tobillos aguantando el tipo sin saber si antes de que se apaguen otra vez los focos hayan cedido ante los temblores y hecho caer mi cuerpo al suelo.

Seco mis lágrimas y aclaro la voz ante los focos.

Levanto la mirada y te miro. Te miro a ti, amante mío, donde quiera que te encuentres, tras la pantalla que te sirve de ventana para verme. Despechada vivo… pero sigo viva. Y voy a mirarte durante todo el tiempo que dure esta tortura, porque si para mí lo es espero que para ti también lo sea verme sufrir de esta manera. Así me has hecho sentir desde que me mandaste la maldita canción directamente a casa, y no a la puñetera discográfica. Tu letra regodeándose en mi nombre artístico, no en el de pila. Tu olor impregnado de la partitura, como si fuera lo único que pensabas dejarme en mi casa tras tu partida. Un rastro con el que no poder seguirte, pero sí recordarte. El olor… el aspecto de una persona que más nos puede evocar su presencia. Allí quedaste, en la entrada de mi casa al abrir el sobre que me entregaba el cartero. Y allí perdurarás… pero no pienso reconocerlo.

Te miro… quiero que sepas que te miro.

Aferra tu verga si esto es lo que te pone, porque pienso darte el espectáculo de tu vida. Si gozas viéndome sufrir… aquí me tienes, dolorida…

Mírame.

Mírame, que si era esto lo que querías… aquí lo tienes.

Empieza, aunque algo tarde, y con la melodía repetida tras el retraso, para poder cantarla desde el primer acorde… tu maldita canción de despedida.